Manías lectoras
“La ficción nos ofrece la seguridad de su propia muerte. Es la mayor fabricante de finales. Y la mejor.” ― Camila Cañeque, La última frase

Durante muchos años, cuando era adolescente, me encantaba leer la última frase, a veces incluso el último párrafo, de los libros que iba a leer. A falta de infinitas reseñas como tenemos ahora, me aportaban más las últimas palabras que las primeras para valorar si la lectura me gustaría o no, o con qué ánimo adentrarme en la historia.
Llevaba demasiado tiempo comprando papeletas y, obviamente, un día me llevé el premio gordo: me destripé un libro. Un libro que, además, me apetecía mucho leer. Así que, supongo que por miedo a que me volviera a pasar, dejé de hacerlo.
Entre una sequía lectora de bastantes años y la llegada a mi vida de un lector de libros electrónico, llegué a olvidarme completamente de esta costumbre (o quizá manía) que yo tenía. Hasta que el verano pasado oí hablar del libro de Camila Cañeque, La última frase (La Uña Rota, 2024). Un peculiar librito cuya portada es la contraportada y viceversa1. Porque la última frase de La última frase es “La última frase”. Y es su portada la que es capaz de resumir qué es este libro en pocas palabras (yo necesito muchas más).
Este texto tiene aproximadanente la misma extensión que la última frase del Ulises, el somnoliento soliloquio de Molly Bloom, 22 000 palabras.
Por primera vez en mucho tiempo entré a una librería sabiendo qué iba a comprar. Este libro se merecía un espacio en mi biblioteca. Pero llegué a casa y el libro estuvo en mi mesilla varias semanas. No encontraba el momento de ponerme con él. Hay veces que los libros te rondan un tiempo y esperan pacientes a que sea el momento adecuado.
Y ese día llegó una mañana tonta, cuando fui a dejar algo en la habitación y lo vi. Me senté en el borde de la cama y empecé a leer las primeras páginas. Flechazo. Leí en la sobrecubierta que Cañeque era una artista polifacética: escritura, performance, instalaciones… y me puse a buscar más información sobre ella. Y fui del flechazo al corazón roto. La autora, de mi edad, había muerto de forma súbita mientras dormía un mes antes de que se publicara La última frase.
Me quedé en shock unos minutos, aún en el borde de mi cama, con el libro y el móvil en las manos. ¿Qué?
No voy a mentir: me ha costado bastante terminar el libro. Como leí ayer en una reseña en Goodreads: es café para cafeteros. A ratos no es un libro fácil. Fluye de la literatura a los microrrelatos, de lo personal a lo general, de la autoficción a la filosofía. Pero, sobre todo, me llevó tanto tiempo porque, mientras leía, mi mente volvía todo el rato al principio del libro. A por qué la autora había decidido darle forma —esa forma— a una colección de últimas frases que llevaba tantos años recopilando, agrupando y desagrupando para volver a reagrupar de otro modo después. A que, irónicamente, Camila Cañeque no ha podido ver publicada su última obra, su última frase.
En cuanto a mí, estas páginas son una forma de ponerle fin a algo y constatar que es inútil, que esto continuará, que seguiré cayendo en la tentación de adelantarme, de precipitarme hacia esa página, hacia ese punto, hacia el final de las cosas.
El libro viene acompañado por un QR que lleva a esta página, donde podéis ver cientos de últimas frases. Porque un libro no era formato suficiente. Artista polifacética siempre, ella.
Si quieres explorar más:
🎙️ La Ventana de los Libros – SER (primeros 23 minutos): charla con su editor, Carlos Rod.
📰 Artículo en elDiario.es sobre la autora.
🎧 Punzadas – Comienzo: un señuelo temporal: episodio donde mencionan el libro. “Isn’t it ironic?”
No sé si por hacerle un homenaje a Cañeque o por añoranza de viejas costumbres, he comenzado a anotar las últimas frases de los libros que leo. Y, en algunos casos, incluso me aventuro de nuevo a leerlas antes de empezar un libro. Ya os contaré cuando me vuelva a tocar la lotería.
Vale.2
Diseño de la portada de Javier Tortosa.
Última frase de El Quijote y última frase, sin contar la contracubierta, de La última frase.

